La familia y la pareja simbolizan nuestro principal grupo de pertenencia, dotando de significado y orientanción a nuestra vida. La influencia de la familia de orígen (padres, hermanos, abuelos) es evidente en la constitución de nuestra identidad, pero también tiene un gran peso en la formación de mapas y esquemas mentales que pueden ser desadaptativos. Trabajar las relaciones con la familia de orígen es de vital importancia fundamentalmente en todo lo relacionado con los estilos de apego, o cómo nos relacionamos con los demás,  en la edad adulta.

  Tanto las sesiones de terapia individual como de pareja se abordan desde una perspectiva sistémica, cuyo enfoque entiende que tanto la familia como la pareja son un sistema vivo, en el que sus miembros se relacionan a través de la circularidad; por lo que las conductas de unos afectan directa o indirectamente al resto de miembros. Es por esto que damos vital importancia a las relaciones y los vínculos familiares establecidos, en cuya estructura recae, en la mayoría de los casos, la focalización de la terapia.

  En este sentido podemos trabajar con varios miembros de la familia, exclusivamente con la pareja, o incluso de forma individual sin perder por ello la perspectiva sistémica de nuestro abordaje terapeútico.